Desde el momento en que pisamos el
suelo de Canchaque pudimos sentir el mágico olor a campo y la maternal acogida
de la naturaleza. No veíamos el momento de empezar la aventura. Apenas nos
avisaron que podíamos subir a los automóviles que nos llevarían a Palambla,
nos entusiasmamos. Queríamos conocer todo lo que ofrece Canchaque.
Estábamos ansiosas por llegar a los lugares que nos habían descrito. El
trayecto fue corto. Al llegar allí se podía observar el imponente y majestuoso
Cerro Huayanay. Al elevar la mirada pudimos distinguir el tamaño colosal del
cerro, el cual nos invitaba con un susurro a transitar su accidentado suelo.
El recorrido es largo, para llegar a la
cima es necesario subir por un camino angosto y lleno de vegetación. Al
ascender sientes que las fuerzas te abandonan, pero el deseo de llegar a la
cima te motiva a continuar. El camino parece interminable, pero la emoción de
estar a punto de lograr el objetivo, te hace olvidar lo demás. Una vez en la
cúspide, contemplamos los más de 20 cerros que rodean Palambla, en el corazón
de Canchaque. Majestuosas colinas que engalanan el lugar. Entre ellos, el
Villaflor, el Cerro Campana y la quebrada Pusmalca. La vista es genial, además
puedes entrar a una pequeña capilla donde los visitantes dejan velas y
ofrendas. Luego, el descenso es menos agotador. Entre risas y bromas casi ni se
siente.
Cuando retornamos a la Plaza de Armas,
continuamos nuestro recorrido hacia el famoso Cerro Mishahuaca. Allí, nos
esperaban una serie de lagunas moldeadas sobre lechos rocosos, llamados
Peroles. El recorrido fue muy empinado, pero tuvimos la oportunidad de apreciar
lo exuberante y místico del lugar como su abundante vegetación, que permanecía
camuflada entre los árboles. Todas esas maravillas cautivaron nuestros
sentidos, permitiéndonos disfrutar de una conexión directa con la naturaleza.
Canchaque es un lugar maravilloso que
vale la pena conocer. Nos permite alejarnos de la rutina y la contaminación de
la ciudad. Además nos brinda la posibilidad de descubrir la belleza del
patrimonio cultural, ecológico, natural e histórico de nuestra sierra piurana.
Wendy Prieto Aguirre
5º “D”
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